En estos doce relatos, obras maestras de la narrativa del siglo XX, Akutagawa injerta elementos y personajes de la realidad histórica japonesa en su ficción prodigiosa y, oscilando entre la más elegante ironía y el escepticismo más agudo, nos brinda su particular visión del cristianismo en Japón. No ofrece respuestas filosóficas ni históricas a las preguntas que sus relatos plantean, sino una respuesta irónica que, de manera más o menos consciente, sigue la senda abierta por Miguel de Cervantes trescientos años antes.