El hombre que tenía en la mano el documento cuyo extravagante conjunto de letras formaba el último período, permaneció algunos instantes pensativos, después de haberle vuelto a leer con mucha atención. El documento constaba de unas cien líneas que no estaban dividas en palabras. Parecía estar escrito hacía bastantes años, y sobre la hoja de papel grueso que cubrían aquellos jeroglíficos, el tiempo había ya impreso su tinte amarillento.