Con su desenvoltura de artista, Plauto gestó una obra literaria carente de preocupaciones críticas. Le tenía sin cuidado ser más o menos fiel a la verdad, ni siquiera a lo verosímil. En la representación del ambiente funde y confunde, como mejor le place, lo natural con lo exótico, lo romano con lo griego, lo real con lo imaginario y hasta con lo absurdo.