Como principal objeción a la naturaleza dramática de La Celestina se aduce su longitud; este reparto se agrava con el de las dificultades que implica el ponerla en escena debido a la profusión de cambios de escenario. Un estrecho criterio neoclásico se ampara tras la objeción primeramente mencionada; un pobre realismo falto de imaginación se oculta tras de la segunda.