Néstor no es un niño como cualquier otro: se despierta, come, juega y hace los ejercicios que le dejan en la escuela, pero lentamente, pasito a pasito. Mientras todos están siempre apresurados, Néstor prefiere escuchar el ritmo que le marca su propio interior, su propio ritmo. Hasta que un día pierde su armonía interior y, con ello, la paz que lo caracterizaba.