Enfermamos porque nos desconectamos de nuestro cuerpo y de nuestras emociones.
Esta ausencia de responsabilidad sobre lo que nos pasa provoca que, antes de buscar las causas dentro de nosotros, echemos la culpa de la adversidad a condiciones externas. Vivimos en una cultura que evita el dolor, por ello silenciamos todos los síntomas con medicamentos, para que no interrumpan nuestro ritmo de vida.