El modo en que opera el pensamiento cotidiano -esa herramienta que utilizamos tanto para decidir lo que haremos el próximo fin de semana como para sostener nuestro punto de vista en una discusión política- no ha recibido hasta ahora atención suficiente por parte de los estudiosos. Tampoco la escuela consagra a este tema la dedicación que merece. Y sin embargo, afirma el autor, no puede decirse que pensar correctamente sea función de la inteligencia innata o de la instrucción.