En los últimos 18 años nuestro país pasó de horrorizarse ante la guerra a administrar la vida y la muerte. Se ha consentido que el Estado catalogue a personas y a poblaciones como ?desechables y superfluas? y fomente así su destrucción material. De esta forma, México ha entrado en un estado de necropolítica, que ha conseguido transformar a sus habitantes en una mercancía intercambiable o desechable, según dicten los mercados políticos y financieros.