«Poco a poco los cuchillos regresaron a sus vainas. La mirada permaneció largamente abierta. Se produjo un blanquísimo silencio. Entonces el péndulo dejó de oscilar.»
En la ciudad, hombres y mujeres se aman y se odian; mueren, sobreviven, se deterioran y renacen; sonríen, lloran; se pierden y regresan a través de caminos muchas veces recorridos, o descubren nuevos senderos iluminados por un radiante sol montevideano.