Vamos a mandar a México a unas cuantas sesiones de psicoterapia. Cinco serán suficientes para que, analizando algunos de sus mitos, supere los más perjudiciales de sus traumas; lo acostaremos en el diván y lo enfrentaremos contra sí mismo, para ver si la lógica y la razón logran imponerse contra los dogmas históricos ridículos que lo atan al pasado. El mexicano es poco colaborador, personalista, egoísta, y no tiene en absoluto el espíritu de participación de otros pueblos.