La vida es inseguridad. Cada nueva situación nos lleva a una inseguridad progresivamente más profunda. Es un juego en el que nadie sabe cuál será el siguiente paso. Si fuera predecible, no valdría la pena vivir la vida; si todo fuera tal y como deseáramos que fuese y no hubiera lugar para la incertidumbre, no seríamos seres humanos sino máquinas, ya que sólo para ellas todo es seguro y cierto.