El ascenso del nazismo estuvo cimentado, en gran parte, en mentiras, datos inexactos o falseados y en promesas que nunca se cumplieron. Para mantenerse en el poder, perpetuar su gloria y esconder sus crímenes atroces, los hacedores del Tercer Reich recurrieron a argumentos falaces, por ejemplo, la supuesta superioridad moral y racial de Hitler, que era en verdad un personaje perturbado y corrupto.