Desde siempre los Cleve han tenido la sana costumbre de rememorar juntos de la historia familiar. Todos hablan de todo, pero nadie se atreve a recordar la tarde de verano en que el pequeño Robin apareció ahorcado de un árbol del patio trasero de la casa.
La sorpresa y el dolor han trastornado a la señora Cleve, que desde entonces deambula como un fantasma por las habitaciones sucias, mientras el padre cura sus males en brazos de otras mujeres, y la abuela saca fuerzas de flaqueza para dominar tanta locura.