Aún en el siglo XXI ella pudo lotificar la vieja hacienda de sus abuelos para repartirla en partes iguales entre sus hijos e hijas de modo que cada uno pudiera construir su propia casa para sus nietos, dejando la vieja casa como museo de aquella gran familia. Es interesante cómo la libertad personal se pierde con la muerte y, con la muerte, tarde o temprano, a todos alcanza una realidad.