¿Quién podría imaginar que Jesús enseñaba a los hombres a ser felices? Para Jesús, ser feliz no consistía en estar alegre siempre, pero sí reinventarse en el dolor; no era mantenerse inmune ante las frustraciones, sino gestionar sus pensamientos; no era evitar crisis, sino escribir los capítulos más importantes de la vida en los momentos más difíciles de su historia.