Estos cuentos mínimos son una procesión de hagiografías, entradas de diccionario, noticias del paso de lo divino por nuestra tierra. Son también la prueba asombrosa de que Alberto Chimal seguramente es hijo del diablo y merece las excomuniones que ha acumulado contra su alma, pero también el cielo de nuestra risa y las indulgencias de nuestra admiración a su escritura velocísima.