En 1953 se estrena en París una controversial obra de teatro que rompe con las unidades clásicas para plasmar -de la forma más cruda- la condición humana en su más alto grado de absurdo, mostrando un mundo sin Dios, ni ley ni sentido. Dos actos, una sola escenografía y cinco personajes serán suficientes para mantener al lector al borde del asiento, esperando conocer al siempre misterioso e indescifrable Godot.