A medida que nos abrimos a la vida, al amor y el uno al otro, a medida que despertamos de nuestro sueño de separación, encontramos no solamente la dicha de la existencia, sino también su dolor; no solamente el éxtasis de la vida, sino también su agonía. Sanar no siempre parece bueno, cómodo o incluso «espiritual», desde el momento en que nos vemos inevitablemente obligados a confrontar nuestras sombras, miedos y anhelos más profundos.