Acercarse a las Confesiones de San Agustín y sintonizar con su mensaje no ha sido nunca, y menos ahora, un ejercicio de pura erudición consistente en buscar el futuro en el pasado, sino la constatación obligada y contagiosa de la inquietud radical del hombre en la búsqueda de la verdad, de la felicidad, de Dios. Por eso las «Confesiones» agustinianas -uno de los grandes «bestseller» de todos los tiempos- no han perdido nada de su frescor y espontaneidad originarios.