Pizarnik construye un retrato perturbador sobre la leyenda de una de las criminales más siniestras de la historia, que las estampas del artista Santiago Caruso recrean con admirable maestría.
«Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego las entierran.