Arde Madrid bajo el recuerdo de las bombas de la Guerra Civil; Arde Madrid por la violencia, la insensatez y la opresión del franquismo; por las noches de falsa libertad y por las madrugadas de desesperación, destrucción y drogas de la Movida; Arde Madrid por el olvido de las fosas comunes, de las traiciones y de los asesinatos; por la democracia construida sobre el vergonzoso silencio de todos; Arde Madrid por la crisis económica, los desahucios, el desamparo y la humillación de los excluidos; Arde Madrid por la avaricia, la voracidad, y la mezquindad de unos cuantos; pero arde también en la memoria de un niño y en su imaginación alucinante; arde en una ballena que se pudre en medio del verano; arde en la belleza de una niña esquizofrénica; arde en los suicidas y en los artistas destruidos por la enfermedad, la heroína y la locura; arde en la derrota y en la melancolía de toda una generación; arde en la atracción por el vacío de un adolescente homosexual y por su derrumbe emocional y físico; arde en París; arde como un recuerdo que quema en el exilio; arde en el reencuentro de una ciudad y de un país devastados por el tiempo; arde en este libro, y en el relato de una España posible, de una historia posible, al fin contemporánea del resto de Europa, y en su fracaso.