Joseph Conrad decía que con la palabra justa y el acento exacto se podía mover el mundo. Ahora sabemos que el mundo no se mueve con nada, ni con la palanca de Arquímedes.
El mundo no necesita movimiento, él es el movimiento. Pero las siete narraciones de El ángel de Nicolás demuestran que las palabras justas, el ritmo exacto, las imágenes precisas pueden recrear ese andar incesante de la naturaleza y de la historia.