Jane McLelland tenía solo 30 años cuando le diagnosticaron cáncer. Unos años más tarde estaba en fase 4 (o terminal) y se había extendido a sus pulmones. Le dieron una esperanza de vida de doce semanas, pero se negó a creer que no existieran medicamentos o terapias eficaces. Su formación científica le permitió examinar y asimilar cientos de artículos de investigación y la conclusión a la que llegó la dejó asombrada.