Bunny Munro vende productos de belleza y el azaroso perfume de la lujuria a las solitarias damas de la costa meridional inglesa. Viéndose a la deriva tras el suicidio de su mujer, se lía la manta a la cabeza y sale por última vez a la carretera con su hijo de nueve años a cuestas. Mientras el adulto farolea de puerta en puerta despachando su mercancía y tratando de complacer un apetito inagotable, el niño aguarda en el coche conversando con el espectro de su madre y contemplando la progresiva autodemolición de su padre.